Desde hace más de 30 años, el 20 de abril ya no es una fecha cualquiera. En 1991, los vallisoletanos Celtas Cortos la pusieron en el mapa musical y casi cuatro décadas después, siguen en plena forma. Coincidiendo con una semana tan especial, el pasado día 19 publicaron su nuevo disco, El mundo del revés; tanto ese día como el siguiente ofrecieron dos conciertos multitudinarios en Madrid; y este sábado llegan a Barcelona. Y entre tanta celebración, Goyo Yeves, músico y fundador del grupo, ha atendido a La Vanguardia desde Valladolid.
-Aquí seguís 40 años después, y todo por un profesor de francés.
Así es. En el instituto coincidimos cuatro alumnos que tocábamos algún instrumento y un profesor de francés que tocaba el violín y conocía la música celta, y ahí formamos un grupo y empezamos a descubrir ese estilo. Soy el único que queda de esa primera formación. Sin embargo, los Celtas Cortos nacen un poco después, en 1986, cuando nos juntamos con algún amigo más, nos presentamos a un concurso y lo ganamos.
-Este El mundo del revés demuestra que continuáis con ganas de hacer nueva música.
Ideas y ganas no nos faltan nunca. Si analizas nuestra historia, es raro que pasen dos o tres años sin que haya algo nuevo. Es importante que la gente vea que seguimos estando ahí. Somos conscientes de que en los conciertos la mitad de los temas son los de toda la vida y que mucha gente seguiría yéndonos a ver aunque no publiquemos nada nuevo. Pero como artistas necesitamos sentir que seguimos creando cosas. En este nuevo disco hay mezclas muy interesantes que nunca habíamos hecho.
-Por ejemplo, las canciones que habéis grabado con la Orquesta de Cámara Virtuós Mediterrani de Alicante.
Es muy curioso. Hace dos años apareció en un concierto en Asturias un violinista venezolano, Gerardo Estrada, que nos contó que nos conocía, que dirige la Orquesta de Cámara Virtuós Mediterrani y que le encantaría hacer algo para nosotros. En este nuevo disco participan en cinco temas, tres de ellos instrumentales, y sus arreglos se han adaptado como anillo al dedo. Estuve en la grabación que hicimos con la orquesta en Alicante y solo pensaba que en el CD no se perdiera la magia que estaba viviendo, y lo hemos conseguido. ¡La música es infinita!
-También volvéis a hacer una denuncia social en temas como Adiós presidente o el mismo El mundo del revés.
Es algo que nos ha acompañado desde que nacimos como artistas. Siempre hemos tenido ese puño levantado. Entendemos que a la hora de escribir canciones tienes que posicionarte y expresar tanto tus sentimientos emocionales como de cierta ideología o inquietud sociopolítica.
-¿Eso os ha causado algún problema?
Más de los que somos conscientes, aunque no es algo muy notorio. Hemos tocado en ayuntamientos, que es básicamente el grueso de nuestro trabajo, de partidos de todos los colores, pero sí que hay alguna anécdota de algo que has dicho, alguna reivindicación, y no ha sentado bien. Sin embargo, no es algo que nos haya quitado el trabajo. La música debe estar por encima de esto. Nosotros no hacemos mítines, hacemos música.
-Tenéis otros temas como Tranquilo majete o Skaparate nacional que a pesar del paso de los años siguen de actualidad.
Y es muy triste. Cambias dos nombres o una pequeña cifra de esas letras y todo está igual. Qué mal, porque uno siempre tiene esperanzas de que el progreso sirva para mejorar, pero luego lo miras y no has mejorado en nada. En nuestras canciones intentamos buscar unión y solidaridad en determinados temas. Es importante que luchemos y nos juntemos para ciertas cosas.
-Ahora que ya estáis inmersos en la gira de vuestro nuevo disco, este sábado recaláis en la sala Razzmatazz de Barcelona.
Volver a esa sala es muy intenso y emocionante. A principios de los 90 estuvimos ahí tres días cuando se llamaba Zeleste, justo cuando estábamos subiendo a toda velocidad. Además, la contraportada de Cuéntame un cuento se hizo ahí con un piano que había en una de las salas. Tenemos mucha curiosidad por saber si sigue ahí y, como esté, repetiremos la foto. En Barcelona capital hacía mucho que no estábamos. Tocaremos algunos temas nuevos y también esa docena de canciones que todos quieren escuchar. También vendrán unas amigas nuestras a bailar, Celtic Flow, que le dan un toque diferente. Y tocar en una sala es muy especial. Nos encanta el rollo cercano.
-Además, coincide con la semana del 20 de abril.
El San 20 de abril, todo el mundo se acuerda de nosotros. Ya se ha convertido en una especie de cumpleaños. Además, para este nuevo disco, lo hemos forzado un poco para que coincidiera con la fecha. De hecho en febrero tuvimos que pisar el acelerador porque no llegábamos. Y los dos conciertos en Madrid este pasado fin de semana han sido un homenaje a esa fecha.
-¿Cómo han sido estos dos conciertos en Vistalegre?
Todavía estoy aterrizando. Fue una idea de nuestra oficina y al principio no lo veíamos claro. Ya no somos un grupo de taquilla, de salas grandes, y nos daba mucho miedo. Pero en Navidades la primera fecha ya estaba agotada y aunque en un principio dijimos que no, al final nos apretaron para un segundo día y nos lanzamos. Han sido unas 15.000 personas entre los dos días en Vistalegre, algo irrepetible. No estamos acostumbrados a eso, a esa producción, y yo estoy encantado de que sea una excepción.
-Habéis contado con grandes colaboradores para la ocasión.
Cuando surgió la idea de hacer un primer concierto, pensamos en llamar a alguien para que nos acompañara y darle un toque más especial. Y ya cuando se anunció el show, incluso hubo gente que se ofreció. Al final casi tuvimos que echar el freno. Y al hacer un segundo día, pudimos dar cabida a otra gente. Ha sido un gran elenco: Miguel Ríos, Rozalén, Fito, Carlos Tarque, Mikel Izal, las Tanxugueiras… Salió todo demasiado bien. Ya saldrán algunas imágenes que se han grabado, al menos para nosotros.
Habéis dicho en más de una ocasión que os consideráis afortunados solo con poder vivir de la música.
Es un privilegio y lo prefiero así. Cuando estás ahí arriba te va muy bien pero luego te caes y te pegas una leche que no veas. Llevamos 20 años en ese término intermedio, luchando por no descender, manteniendo el tipo y vivir de esto es un privilegio. Nuestro final será cuando la gente nos diga que está harta.
Cuatro décadas dan para momentos buenos pero también para malos. Uno de ellos fue la salida de Jesús Cifuentes en el 2002.
Fue el más duro y difícil. Sobre todo por la decisión, porque nos pilló en un momento en el que estábamos muy creativos, pero él se sentía agotado y quería hacer algo más tranquilo. Entonces, pensamos: ¿Qué hacemos? ¿Algo instrumental con otro nombre? Y al final se nos ocurrió seguir pero con otro cantante, Antoine. Y no nos fue mal: en tres años hicimos un disco y 150 conciertos. Todos colaboramos mucho y si no hubiéramos seguido con la marca, no sé si estaríamos aquí ahora. Pero mediáticamente bajó mucho y ya no había interés para un segundo disco. Nos decían: “Con Jesús sí, pero si no…”. Pensamos que era el final.
¿Y cómo se produce la vuelta de Cifu al grupo?
Su salida fue muy natural y el contacto nunca se perdió. Nacimos como amigos y lo seguimos siendo. Él nos iba a ver, nosotros a él… Y en el 20 aniversario del grupo los de Warner, que ahora ya no estamos con ninguna discográfica, querían sacar algo y como seguíamos teniendo relación con Cifu hablamos de meter algún tema y ese fue el inicio de la vuelta al ruedo. Y luego en el 2008 con Retales de una vida, que sonó hasta la saciedad, fue otra revolución y nuestra segunda vida.
La naturalidad de dejar ir parece que fue la clave.
Somos gente comprensiva y tolerante con ciertas necesidades personales que pueda tener alguien. Si tienes que hacer giras, hay mucha convivencia. Si estamos que no podemos ni hablarnos… Ni me lo imagino. Por eso muchas bandas acaban rompiendo, más por cuestiones de convivencia que artísticas. Claro que hay roces y chocamos, pero lo hablamos y llegamos a un acuerdo. Esa es la clave para seguir juntos.
Pero también os han pasado cosas buenas: desde 2018 tenéis una calle en Valladolid, vuestra ciudad.
Todavía no me lo creo. Está en el barrio de las Delicias, donde yo me he criado, y justamente va a parar al instituto. La calle tenía antes un nombre de un cura fascista pero por suerte se cambió. Cuando se descubrió la placa hicimos una pequeña ceremonia y tocamos algunos temas acústicos. Me parece algo tan bonito que dentro de muchos años, cuando no existamos, alguien pregunte “¿esto qué es?” y otro responda “era un grupo de aquí, que llevaban muchos años…”. Siempre hemos sentido que la gente de Valladolid nos siente como algo suyo.
Cuatro décadas después, ¿qué os puede deparar el futuro?
El nuevo disco nos da una tarjeta de presentación con 13 temas nuevos y estamos muy ilusionados con el videoclip, con el feedback en redes sociales… Y sobre el futuro, valoramos hacer algún directo en algún teatro o alguna colaboración, por ejemplo. Seguimos dando vueltas a ideas y proyectos. Eso es tener ilusión. Si no estaría sentado esperando a que el mánager me llame y me diga “mañana tienes que estar en tal sitio a tocar”. Y no estamos en eso, para nada.
Fuente: La Vaguardia. Escrito por Martí Abad.