Así reza el artículo de migijon.com
Por muchos años que pasen, y ya llevan casi cuarenta sobre los escenarios, Celtas Cortos siguen demostrando que la veteranía es un grado y que aún les queda cuerda para rato. Cuerda para desbordar energía, buen rollo y esa denuncia social que impregna las letras de algunos temas míticos que pasan de generación en generación, como un viejo tesoro familiar que los padres dejamos en herencia a nuestros hijos.
Comenzó el concierto con un grito de Cifu, al frente del escenario, luciendo una camiseta de Ucrania, sin mangas, y ese maravilloso himno que, en cada concierto, nos hace sentirnos un poco más castellanos a los que hemos nacido al norte de Pajares. «No nos podrán parar», santo y seña de Celtas Cortos desde su estreno en 1996, no podía faltar en un repertorio salteado de viejos y nuevos temas. Y Poniente enloqueció, cantando a la par de Cifu desde las primeras palabras -«Nacimos hace unos años, en Pucela capital»- hasta dejarse la voz en las estrofas finales.
El buen rollo, la sonrisa fácil de Cifu y la complicidad del grupo con el público, tiñó Poniente de una alegría contagiosa, de saltos, de gritos. Miles de personas abarrotaban la explanada desde el propio escenario hasta más allá de la chimenea de la playa. Se mezclaron frente al Acuario varias generaciones de gijoneses que han vivido y crecido con las letras de los de Valladolid. Porque, al fin y al cabo, los Celtas Cortos han puesto la banda sonora de muchas casas. El clásico «El emigrante» se mezcló con temas más recientes como «Retales de una vida» al compás de violines, guitarras y alguna gaita. Un pistoletazo de salida a los conciertos de la Semana Grande que tuvo el sabor y la resaca de lo clásico.
Y nos dejan estas fotos:
Y más fotos del concierto, en este caso de La Nueva España:
Y las últimas, de El Comercio: