En un polígono industrial situado junto a la Ronda Interior de Valladolid, entre gasolineras, distribuidores de chimeneas y naves en las que los operarios sueldan piezas metálicas, en un conjunto de edificios tan impersonales como los que se pueden encontrar en cualquier recinto de este tipo, se escuchan golpes de batería, un violín afinando y una gaita que vacía su fuelle. Son los estudios de grabación Armando Records, un nombre que forma parte de la historia musical de la ciudad. Los que soplan, tañen cuerdas y golpean bombos son los integrantes de Celtas Cortos. Se preparan para un ensayo más antes de llevarse las herramientas de trabajo a Madrid, al Palacio de Vistalegre, para vivir un 20 de abril especial. Y una víspera que también lo va a ser a juzgar por lo rápido que se colocó el rótulo de ‘todo vendido’. Era obligado doblar la oferta. Y así, durante dos días, viernes y sábado, quienes estén allí podrán compartir con el grupo vallisoletano sus tres décadas largas de historia. No estarán solos en el escenario. Se han buscado la compañía de una serie de artistas invitados que constituyen una suerte de enciclopedia de la música española. Desde Miguel Ríos a Rozalén, pasando por Javier Ruibal o Fito Cabrales. Tanxugueiras o Mikel Izal también se han sumado a la fiesta.
Fiesta, también, porque esa palabra se escucha en la letra del sencillo que da título al nuevo disco de los Celtas. El decimotercero de estudio. Lleva por título ‘El mundo del revés’ y vuelve a mezclar en las trece canciones que lo componen los ritmos que forman parte del ADN de la banda con el compromiso social y cívico que rezuman muchos de los temas que, en algunos casos, son himnos coreados por varias generaciones de seguidores fieles. De la formación original sobreviven Jesús Cifuentes y Goyo Yeves. Alberto García se incorporo pronto tras el lanzamiento del primer LP en 1989. Y a partir de ahí, el resto. Mantienen la ilusión casi intacta. Como entonces. Sólo que entonces, por ejemplo, nunca hubieran soñado con compartir con su público la portada del disco casi en tiempo real. Acaban de recibir los cedés y uno de ellos sube un vídeo a las redes sociales en el que enseña el diseño del estuche.
Tampoco entonces habrían podido imagina que iba a llegar un punto de la historia, de la suya de los demás, en la que el formato físico sólo tendría salida comercial, casi, en sus conciertos. Allí se venden ahora las copias. Allí, en alguna gran superficie y poco más. Es una de las primeras preguntas que les hemos hecho a Cifuentes y Yeves durante la entrevista emitida en ‘Hoy por Hoy Valladolid’ y que les lleva a una reflexión acerca de cómo la experiencia acumulada les hace abordar el proceso de composición y lanzamiento de un nuevo trabajo. En este caso con “nervios” porque la cita del fin de semana en Madrid “impone” tal y como relata el vocalista del grupo. Pero también con “serenidad”, según apostilla Yeves y con la “certeza” de que no hay “fórmulas mágicas” para el éxito, más allá de “trabajar mucho”.
Trabajo tienen por delante. La promoción, antes también pero ahora más, se traduce en conciertos y giras. Y eso es lo que tiene por delante la banda más representativa de la historia musical vallisoletana. Nacieron en los pasillos del Instituto Delicias, en un edificio que, entonces, miraba a una calle Mariano Miguel López, un cura de oscuro pasado y peor recuerdo y que, ahora se asoma a la calle Celtas Cortos. Y que iban y venían por uno de los pocos túneles que, hasta dónde se sabe, tienen dedicada una canción. El túnel sigue ahí, como ellos, aunque ahora esté en obras para evitar que camiones y autobuses sigan dejando marcas en sus paredes y techo. Entonces lo cruzaban a pie o en bici. Ahora en alguno de los vehículos, alguno de ellos, de tipo familiar que reflejan que si bien quedan pocos de los de antes, los que hay, definitivamente, han cambiado. Sólo en las formas. En el fondo, siguen siendo ellos, una gente impresentable, nacidos hace unos años en Pucela capital que siguen contándonos cuentos en forma de canciones desde finales de los años 80 del siglo pasado. Porque en la música, como en la vida, todo es ponerse.